domingo, 29 de noviembre de 2009

Curso de defensa personal ante la violencia de genero



El gerente de GES (GABINETE DE EXPERTOS EN SEGURIDAD DE BILBAO),me honra realizando un articulo para el blog.


1. LA VIOLENCIA.
La entendemos como una agresión, física o psicológica, contra nuestra persona. Defendernos de ella significa romper sus ciclos, alterando en nuestro favor su dinámica y las consecuencias que provoca en quien la sufre.
En estos tiempos de alarma social ante los innumerables casos de violencia de género, quienes se dedican al asesoramiento de las víctimas lo primero que aconsejan es romper los vínculos afectivos con el maltratador. Es un ejemplo que ilustra la anterior afirmación. En este caso, al deshacer el vínculo afectivo entre maltratador y víctima, se altera el ciclo que propicia el que las agresiones se repitan una y otra vez.
En nuestro curso de AUTODEFENSA PARA MUJERES nos ocupamos de poner al alcance de estas unas herramientas sencillas y, sobretodo, prácticas que propicien un cambio en la correlación de fuerzas entre agresor y agredida, por supuesto a favor de esta última.
Para lograrlo, antes debemos hablar de algunas cosas y romper ciertos tabúes. El primero de ellos tiene que ver con la AUTOCONFIANZA: “yo no voy a poder con un hombre, no tengo la fuerza suficiente”. Es cierto. Pero no se trata de que la mujer se enfrente a un oponente en un combate de boxeo. El curso trata de la autodefensa en situaciones límite de ataque a valores o, mejor dicho, a bienes jurídicamente protegidos como son la vida, la integridad física o la libertad sexual. El objetivo será el ser capaces de dar una respuesta rápida, sorpresiva y contundente a un atacante de tal modo que haya lugar a la disuasión o, al menos, a la huida o la posibilidad de pedir ayuda por parte de la mujer. No buscamos la derrota de un adversario, sino el cese de la situación de violencia.
Las técnicas que vamos a utilizar juegan con los siguientes factores:
a) La sorpresa. Un agresor raramente esperará de la víctima algunas de las reacciones que vamos a practicar durante el curso. Esto nos dará un precioso tiempo para escapar o pedir ayuda.
b) El dolor. El dolor paraliza momentáneamente. Por eso tenemos que aprender a causarlo y a dosificarlo, con proporcionalidad y adecuación, a la situación vivida. Debemos tener claro que una reacción de autodefensa que no cause dolor no logrará más que enfurecer a su atacante y, acaso, empeorar su situación. Una bofetada, un arañazo, no causan verdadero dolor. El auténtico dolor paraliza física y psicológicamente, inhabilita, siquiera por un momento. Esto es lo que debemos conseguir para defendernos con éxito.
c) La inhabilitación funcional. En el caso más extremo, la mujer defiende su vida. O su libertad sexual, como en el caso de las violaciones y otros ataques. No es suficiente una reacción tibia. Si esto está sucediendo, es que la mujer se halla en un ENTORNO DESPROTEGIDO, del que no cabe esperar que le llegue ayuda exterior de forma inmediata. Las posibilidades de huida tampoco serán altas. La víctima de este tipo de ataques debe forzosamente hacer frente a la situación y defenderse. Las técnicas que se enseñarán durante el curso terminan, llevadas también al extremo, en roturas o luxaciones de extremidades o articulaciones, provocando en el atacante la imposibilidad física de persistir en su conducta violenta. El dolor, igualmente, es muy fuerte, lo que le incapacitará psicológicamente, salvo en el caso de estar bajo la influencia de sustancias psicotrópicas. Aquí la víctima debe llegar al final. Intentar que su agresor no pueda continuar o que, si lo hace, esté tan mermado que no suponga ya un peligro para su vida.
d) El miedo. El curso trabaja la AUTOCONFIANZA de las mujeres para evitar el bloqueo derivado del pánico que se produce ante un ataque físico. El miedo es libre, todos lo tenemos. Pero podemos dominarlo o al menos controlarlo si hemos pensado en las situaciones que pueden producirse y en cómo afrontarlas. No es lo mismo que nos suceda algo que jamás creímos que podía pasar que encarar una situación, por mala que se presente, sobre la que ya habíamos recapacitado y recibido entrenamiento. A la vez, al infligir en un oponente daños corporales importantes, buscamos alterar su estado psíquico mediante el pánico. Esto lo entienden perfectamente todas aquellas personas que han sufrido alguna rotura de brazo, pierna, luxación, etc. y han contemplado la deformidad de su propio miembro roto.

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