
El año terminará como uno de los más trágicos de la década, con un homicidio machista cada cinco días en España
La última hasta la fecha fue Yolanda, de solo 24 años. Antes fueron Rosa María, Montserrat, Johana, Julia, María Dolores... Así hasta 71 nombres de mujer asesinadas por sus parejas -en 43 casos- o excompañeros -en 28- durante el presente ejercicio; terribles tragedias entre las que se incluyen las de Amelia y Cristina, las dos víctimas vascas. El año que ahora termina no será el más sangriento de la década -en 2008 se registraron 76 muertes machistas-, pero estará entre los peores y, sobre todo, significa apretar el botón de pausa en la tendencia a la baja que se creía iniciada tras el descenso del 25% en el número de homicidios el pasado año, con 56 casos. Pero no ha sido así. España ha vuelto a situar las negras cifras de la violencia de género por encima de las 70 muertes anuales y nadie parece encontrar la fórmula para poner fin a la sangría. No lo han conseguido los cambios legislativos para reforzar la protección de las amenazadas -penas más duras y órdenes de alejamiento para los maltratadores, pisos de acogida, brazaletes , escoltas...-, pero tampoco la sociedad civil, que algunos expertos en la materia ven «anestesiada» ante los feminicidios.
El repaso a los datos de la violencia machista en 2010 equivale a construir un relato de muertes inocentes y de vidas sesgadas por tiranos. Han sido 71 asesinatos a manos de parejas o exparejas; en 44 de los casos, mientras convivían en el mismo domicilio. Veinte de las mujeres habían denunciado -un 28% del total, tres puntos más que en 2009 y cinco más que en 2008- y 14 de ellas habían obtenido medidas de protección que, sin embargo, tampoco pudieron garantizar que siguieran con vida. A tres se las denegaron y acabaron muertas.
Es inquietante el repunte en el número de asesinadas menores de 30 años: 17 hasta el 20 de diciembre, una más que el año anterior. Sobre todo, porque se trata de un colectivo al que se enfocan buena parte de las campañas de prevención de las instituciones, preocupadas por la repetición de conductas en los jóvenes, entre los que parece filtrarse el machismo de las generaciones anteriores. Basta un dato: en España, el 13,1% de los adolescentes reconoce que en alguna ocasión ha tenido una conducta violenta con sus novias. «Es ahí donde hay que hacer el máximo esfuerzo en educación», señala a este respecto Teresa San Segundo, profesora de Derecho Civil de la UNED y directora de un máster específico en violencia de género. «Muchos siguen los mismos patrones que la generación precedente, pero en esas edades aún se puede buscar un cambio, lo que es mucho más difícil cuanto mayor es el hombre». Por debajo de los 30 años se han detenido este año a seis asesinos machistas. El grueso se concentran entre los 30 y los 50 años (38). También hubo nueve pensionistas entre los criminales. De los 71 homicidas, 12 se suicidaron y 16 lo intentaron sin éxito. Todo el mundo se pregunta por qué no lo hicieron antes de quitar la vida a la mujer.
Rechazo social
¿Son cifras suficientes para una revuelta social? San Segundo, que no se abstrae de la «tragedia», cree que «no debemos estar siempre tan atentos a las estadísticas», pero coincide con otros especialistas en que la sociedad española está «totalmente anestesiada» ante la sucesión de delitos contra las mujeres. «¿Alguien se imagina lo que pasaría si en lugar de 71 mujeres fueran 71 futbolistas o 71 médicos? El país se levantaría», señala.
Esto ocurre, apunta la experta, porque existe «un caldo de cultivo» en la sociedad actual que lleva a «admitir» comportamientos como estos. «Superficialmente todos decimos que estamos en contra; pero si ahondamos un poco, vemos que eso no es tan cierto», apunta. «Aún queda mucho por hacer para criminalizar al agresor», insiste el delegado del Gobierno contra la violencia de género, Miguel Lorente. «Todavía existen esas 'referencias culturales' que provocan que algunas mujeres crean que la violencia forma parte de la normalidad de la vida de la pareja», agrega. San Segundo echa en falta que sobre la violencia contra la mujer se establezca el mismo consenso general que existe, por ejemplo, contra los pederastas o los violadores, «que saben que son mal recibidos hasta en la cárcel». Todavía, dice la profesora, el rechazo social contra el maltratador es un objetivo a alcanzar.
«Hay algo que se está resistiendo», interpreta por su parte la directora de la Fundación Mujeres, Marisa Sotelo, quien no se muestra sorprendida por la cifra de muertes porque «en los últimos meses ya se veía que este año no iba a estar a la altura del pasado». Con todo, el dato de vidas segadas no debe ser «el único indicador» para juzgar la Ley de Violencia de Género impulsada en 2004 por la ex ministra y ahora secretaria de Estado de Igualdad, Bibiana Aído. «Hay un número parecido de víctimas, pero también hay otras cosas que están cambiando», apunta Sotelo. «Hay más mujeres protegidas y la tipología de violencia no es la misma». San Segundo también se resiste a juzgar la ley por al calor de los datos. «No es justo. Es como si, como existen y crecen los robos, dijéramos que el Código Penal no funciona. A nadie se le ocurre pensar eso». «Se ponen excesivas esperanzas en la legislación», opina el presidente del Tribunal Superior de Cantabria, César Tolosa. «Los problemas no se resuelven solo con el Boletín Oficial del Estado».
Yolanda, la última asesinada por su pareja, era una española de 24 años con cuatro hijos, dos de ellos del hombre que al final la mató: un marroquí de 29 que, por lo que se ha conocido, llevaba tiempo amenazándola de muerte. «Te voy a matar. Te juro que te voy a matar», le decía varias veces al día, hasta que lo cumplió a cuchilladas en el propio domicilio.
La inmigración es un fenómeno que se suma al de la propia violencia de género y, pese a que es difícil encontrar quien se pronuncie abiertamente sobre ello para no estigmatizar a los extranjeros, es un hecho que la relevancia de inmigrantes en las estadísticas no está en consonancia con su presencia social. El 35% de las mujeres muertas era de una nacionalidad diferente a la española. Entre los agresores, seis de cada diez eran nacionales y cuatro foráneos, en un país en el que la cuota de inmigración ronda el 12%. El problema, apuntan algunas fuentes, es que proceden de sociedades «donde el machismo aún es ley», donde el sometimiento a la mujer aún impera y donde «la igualdad entre el hombre y la mujer no es un objetivo, es una quimera».
http://www.elcorreo.com/vizcaya/v/20101226/pvasco-espana/anestesiados-ante-mujeres-asesinadas-20101226.html
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