El jefe del Ejecutivo asume que deberá hacer frente «durante un tiempo» a «sectores radicalizados muy minoritarios» El «clamoroso silencio» de ETA ante la apuesta que la izquierda abertzale formalizó el pasado 7 de febrero en el Palacio Euskalduna preocupa, y mucho, en La Moncloa y Sabin Etxea. José Luis Rodríguez Zapatero e Iñigo Urkullu, que tienen hilo directo y una sintonía bien trabada en materia antiterrorista desde que el PNV se convirtió en sostén del presidente tras su acuerdo presupuestario en otoño, comparten idéntica inquietud ante la respuesta que la banda -o más bien los elementos más resistentes al abandono de la violencia dentro de ella- puedan dar a la decisión de la antigua Batasuna de transitar por las vías pacíficas y democráticas y renunciar, al menos de palabra, a cualquier vínculo orgánico con la organización terrorista. El inquietante párrafo con el que ETA rubricó su último comunicado, en el que manifestaba su intención de mantener su «lucha» hasta alcanzar una «verdadera situación democrática en Euskal Herria» indica, según su interpretación, una voluntad de permanencia y tutela que no debe subestimarse pese al clima de optimismo reinante sobre un final definitivo de la violencia. Aunque los mensajes de alerta sobre una posible escisión en ETA al estilo del 'IRA auténtico' que provocó la masacre de Omagh en 1998 no son nuevos -tanto Urkullu como el ministro de la Presidencia, Ramón Jáuregui, han considerado esa hipótesis recientemente-, ayer coincidieron en el tiempo, y además por boca del propio jefe del Ejecutivo central y del líder del EBB. Ambos vinieron a enfriar así las expectativas sobre un definitivo y total adiós a la actividad armada en breve plazo de tiempo, alimentadas desde sus propias filas. El presidente del PSE, Jesús Eguiguren, saludó la presentación en Bilbao de los estatutos de Sortu como «el primer día de la paz» en Euskadi y, para el líder del PNV guipuzcoano, Joseba Egibar, la izquierda abertzale «declaró el final de ETA» al expresar su rechazo a sus acciones si se produjeran en el futuro. No obstante, para Urkullu es un error y un «juego peligroso» vincular la legalización de la izquierda abertzale con la paz, que, según recalcó ayer en Radio Nacional, empieza siempre por la «ausencia de violencia», es decir, por una disolución definitiva que ETA aún no ha anunciado. «Estoy preocupado por la apuesta que pueda hacer ETA como organización terrorista», confesó. Al mismo tiempo, Zapatero expresaba temores similares en una entrevista con la agencia Reuters, en la que advertía de una resistencia interna «muy fuerte» al final definitivo de una banda que ha estado activa durante casi cinco décadas, lo que, a su juicio, podría obligar a la democracia española a lidiar «durante un tiempo» con «sectores radicalizados muy minoritarios». El presidente del Gobierno atribuyó esa impresión a la «aproximación» que hacen las fuerzas de seguridad y que asumen el Ejecutivo y los partidos.
«No volverá jamás» Para Zapatero, incluso aunque ETA emitiera un comunicado anunciando su desaparición, debería mantenerse «un margen de precaución» porque, concluyó, una organización terrorista que ha originado casi mil víctimas mortales no desaparece del todo de la noche a la mañana. Eso sí, se mostró convencido de que ETA está escribiendo sus últimos capítulos. «El fin de ETA lo vamos a vivir, está en una fase final. Sí sabemos que lo que hemos conocido como ETA, en mi opinión, no volverá jamás», avanzó. Urkullu, por su parte, ha sido desde el primer comunicado de alto el fuego una de las voces más escépticas sobre los movimientos de la banda. Y lo sigue siendo, por mucho que su partido conceda credibilidad a la irreversibilidad del camino que Batasuna ha emprendido. No obstante, los jeltzales -que beben también de la información que el ministro Rubalcaba les traslada- no las tienen todas consigo y se inclinan a creer que el paso dado por la izquierda abertzale hace algo más de dos semanas no ha sido consensuado con ETA ni cuenta con su beneplácito. Dan fe además los peneuvistas de la existencia de múltiples tensiones internas en ese mundo, que les hacen extremar la cautela. Según constató ayer Urkullu, los terroristas «no han transferido el protagonismo» del proceso a la izquierda abertzale. Según ese análisis, mientras la izquierda radical sí ha dado un paso histórico, ETA permanece donde estaba y «se reserva el derecho» a intervenir de nuevo. El silencio de la banda podría ser, según el análisis de Sabin Etxea, una aceptación tácita de las tesis de Batasuna, pero también un tenso compás de espera para volver a las andadas con la excusa, por ejemplo, de la ilegalización. Urkullu se mostró convencido ayer de que estarán en las elecciones con una u otra fórmula aunque se inclinó por la posibilidad de que haya un «cálculo» del PSOE, «conocido» por la izquierda abertzale, para retrasar la legalización de su sigla hasta las autonómicas previstas para 2013.
http://www.elcorreo.com/vizcaya/v/20110223/politica/zapatero-urkullu-alertan-sobre-20110223.html
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